1.- Introducción
En los últimos años, el turismo “peer to peer” (p2p) ha creado una tendencia a nivel mundial de “economía compartida” que ha venido a transformar la manera tradicional de viajar y consumir acercándola a un mayor número de personas. Este fenómeno afecta a restauración, alojamientos, e incluso al transporte por carretera, pero como contrapartida en muchos casos, se sustenta en pilares como la economía sumergida, e incluso el intrusismo y la competencia desleal.
Este “consumo colaborativo” se ha visto potenciado por la aparición de páginas webs que actúan como intermediarios y ponen en contacto a particulares que ofrecen sus servicios propios con potenciales consumidores o viajeros. Esta nueva tendencia unida a la que en su día originó la aparición de las aerolíneas low cost, siendo hoy en día una fuerza dominante del turismo, ha hecho que viajar esté al alcance de la mayoría de personas, generando un incremento exponencial del turismo. Estas cifras desbordantes ponen en jaque la supervivencia del sector, a pesar de generar más de 2,5 millones de empleos directos y representando el 11% del PIB español, siendo la primera industria del país.
2.- Análisis de situación
El incremento del turismo se empezó a reflejar ya en los primeros siete meses del año, donde España rozaba los 47 millones de llegadas de turistas extranjeros, según el INE. Este aumento en el número de visitantes supone de una parte la concentración masiva de personas en puntos muy localizados, y de otra, ayudado por la moda del alojamiento en apartamentos turísticos, que esa masificación llegue a ser una invasión en la cotidianeidad de los residentes habituales. Este fenómeno ha originado lo que se ha dado en llamar “turismofobia” y que supone la aversión a todo lo relacionado con el turismo y con el turista en particular.
Pero, ¿cuántos turistas caben en España? las previsiones para este año son de 84 millones de visitantes extranjeros, siendo las zonas más saturadas Barcelona e Islas Baleares, decretando esta última un máximo de 623.624 plazas turísticas, con intención de reducirlas progresivamente hasta el medio millón, y creando incluso una moratoria para empresas de pisos turísticos como Airbnb o Homeaway.
El motivo es sencillo, en 2016 por cada persona empadronada en las islas Baleares hubo 10,5 turistas (españoles o extranjeros) alojados en hoteles, apartamentos turísticos, campings o alojamientos de turismo rural. Lo que en definitiva supuso en números totales, que Baleares recibiera en 2016 a 11,6 millones de turistas y Madrid a 12,3 millones. Merece la pena reflejar la evolución del turismo en Barcelona, que en 1990 recibió 1,7 millones de turistas, en 2015 más de 8,3 millones, y ahora en 2017 alcanzará el record de 12,8 millones de visitantes.
En este contexto, Palma de Mallorca recibe la llegada de barcos tipo crucero donde los turistas desembarcan por miles en la ciudad. La llegada de tres o cuatro cruceros al mismo tiempo, es asumible, aunque en ocasiones han tenido hasta ocho cruceros a la vez, atracados en sus muelles, lo que ha provocado una verdadera saturación y colapso en la ciudad. Este esquema se repite en muchas otras ciudades, donde las calles se encuentran llenas de extranjeros y donde abunda la oferta descontrolada e irregular de alojamientos
En los últimos 15 años la evolución del turismo en España ha pasado de recibir 50 millones de extranjeros a 84 millones
En los últimos 15 años la evolución del turismo en España ha pasado de recibir 50 millones de extranjeros a 84 millones, llevado de la mano por el crecimiento en los alojamientos de todo tipo, cifrados en 3,3 millones según el INE, pero a la vez con el incremento específico de los pisos turísticos, que en 2016 superó al número de plazas hoteleras en 22 ciudades españolas. Esto ha conllevado que mientras la demanda hotelera aumentó un 7,4%, el alquiler de viviendas turísticas haya crecido un 37,2%, siendo éste el foco primario en la sobredimensión y congestión de visitantes.
Sin embargo, a pesar de ser España uno de los países con mayor producción normativa, no existe una norma estatal que establezca las pautas básicas para el alquiler de viviendas de uso turístico, porque la Ley de Arrendamientos Urbanos no aplica para esta actividad. La “economía colaborativa” se encuentra en una especie de limbo, cuando realmente constituye una actividad mercantil de negocio.
Serán por tanto, las comunidades autónomas conforme a sus competencias en turismo, las que regularían estos aspectos. Así como los ayuntamientos con su planificación urbanística quienes terminarían de delimitar y proteger barrios y zonas, por lo que se carece de un criterio normativo homogéneo. Derivado de esta regulación plural, vemos por ejemplo cómo la CNMC garante de la libre competencia, ha requerido a distintas comunidades autónomas como Canarias, Madrid, o Galicia, para que retiren o modifiquen ciertas medidas contenidas en su normativa propia sobre las viviendas de uso turístico, y que han sido calificadas como innecesarias e incluso desproporcionadas.
2.1.- El efecto “peer to peer” en Andalucía
La normativa andaluza de referencia es el Decreto 28/2016. La Comunidad Autónoma de Andalucía, conforme al art. 71 del Estatuto de Autonomía, tiene atribuida en exclusiva la competencia en turismo, que además es considerado uno de los principios rectores de las políticas públicas y un elemento económico estratégico de Andalucía. Este Decreto se justifica en base a la necesidad de regular esta materia por su impacto en el territorio y el medioambiente, además de poner especial atención en la huella que deja sobre las comunidades donde se integran estas viviendas turísticas y su repercusión directa sobre la convivencia vecinal.
En Andalucía se registraron en 2016, según el INE, unos cifras también importantes, siendo Málaga el mayor referente de turismo recibiendo a 4,1 turistas por residente, siendo en el resto de provincias la proporción, Granada con 3,5 TxR, Huelva con 2,5 TxR, Cádiz y Almería con 2,3 TxR respectivamente, Sevilla con 1,8 TxR, Córdoba con 1,6 TxR y Jaén que recibió 1 TxR. Sin embargo, estas cifras desglosadas, y a priori más pequeñas que las de otras grandes ciudades, para el conjunto de la comunidad autónoma de Andalucía ha supuesto que en 2017 y sin terminar el año, hayamos recibido a más de 30 millones de visitantes de los 84 millones a nivel nacional, es decir que el turismo en Andalucía representa más de un tercio del turismo total de España.
Como es evidente, en Andalucía también se producen esas masificaciones de turistas, que de otra parte son el motor económico de la recuperación de la comunidad, de ahí que el turismo represente el 13% del PIB andaluz. Sin embargo hay veces que los datos no son fidedignos del todo, siendo realmente mucho mayores, y esto de debe a que la mayor parte de las viviendas turísticas tienen la consideración de ilegales, porque no están registradas, ni cumplen los requisitos legales mínimos exigidos, de ahí que sus ocupantes sean “turistas fantasmas para las estadísticas oficiales”, pero no para el día a día de las ciudades.
A pesar de su falta de legalidad, esas viviendas aparecen en páginas webs como Airbnb, Homeaway, Niumba, Wimdu, Housetrip o Rentalia, donde la oferta es muy amplia, pero no siempre va acompañada de un excelente servicio, ni de una mínima garantía para los usuarios.
A día de hoy, según las últimas estadísticas del Registro de Turismo de Andalucía, existen 24.835 viviendas turísticas debidamente registradas, desglosándose por provincias, como sigue: Málaga (14.821), Cádiz (3.570), Sevilla (2.236), Almería (1.688), Granada (1.519), Huelva (521), Córdoba (445) y Jaén (35).
Este contexto, en definitiva viene a responder a nuevos hábitos y formas de viajar, donde el turista desea tener una relación más directa con las personas residentes del destino que eligen, así como abaratar los costes del viaje, lo que hace del mercado del alquiler de corta duración un negocio al alza. Pero implica a su vez, que los turistas que alquilan una vivienda de este tipo, reducen de media su gasto en restauración, u otros servicios en un 4,5%, al ser un turismo “low cost”.
Los ocupantes son “turistas fantasmas para las estadísticas oficiales”, pero no para el día a día de las ciudades.
Este nuevo tipo de negocio, ha generado también un nuevo tipo de especulación traída por la demanda turística, ya sea en forma de particulares multipropietarios, o bien de fondos de inversión que compran viviendas de grandes dimensiones y las dividen para alquilarlas, lo que en definitiva da lugar a que viviendas residenciales terminen teniendo un uso comercial. Esta metamorfosis ha propiciado la reducción del stock de viviendas de alquiler no turístico, y por tanto el incremento en el precio de esos alquileres al existir una menor oferta de viviendas, a las que sólo puede acceder la población de mayor poder adquisitivo.
Siendo otro efecto colateral, la extinción del comercio tradicional en los barrios más céntricos de las grandes ciudades. Que responde en ocasiones a cambios de hábitos a la hora de comprar, pero que también viene determinado, como reconoce la CEC por una “desertización del flujo de consumo fijo”, que en la mayoría de los casos pasa a ser ocupado por franquicias, como el nuevo tejido comercial que responde a las necesidades de los turistas.
Además, otro de los aspectos más llamativos derivados del incremento en el turismo, es que a pesar de las buenas cifras económicas que ofrece el sector tanto en Andalucía como en España, encontramos en dicho sector turístico una precariedad laboral nunca antes vista, cuyo sueldo medio no llega a los 14.000€, y que en proporción son casi 10.000€ menos que el salario medio en España.
El último informe del FMI refleja este aspecto y remarca que gran parte de los puestos de trabajo derivados de la recuperación económica en España, se concentran en torno al comercio, la hostelería y otros sectores relacionados con el turismo, señalando que son servicios de menor valor añadido, generalmente de carácter temporal y menos productivos para la economía, al situarse sus salarios por debajo de la media.
3.- Conclusiones y propuestas
El turismo “peer to peer” está haciendo que nuestros barrios más populares y céntricos estén cambiando, al provocar que los residentes tradicionales se marchen para situarse en zonas periféricas de la ciudad, generándose un proceso de transformación de dichos espacios, que terminan siendo ocupados por clases sociales con mayor capacidad económica. Esto produce el efecto denominado gentrificación, término utilizado por primera vez en Inglaterra por la socióloga Ruth Glass (1964), al estudiar los cambios sociales que se presentaban en Londres en relación con el territorio.
Sevilla la primera ciudad del mundo que debería visitarse en 2018, según Lonely Planet
Este efecto ha sido denominado también como “síndrome de Venecia” y que es la consecuencia del turismo depredador que sufre la capital italiana del Véneto, que devora la propia supervivencia del sector turístico, y hace que los habitantes originarios huyan del centro urbano por la invasión de hoteles y apartamentos, lo que en definitiva genera una presión tremenda sobre el territorio, y hace que los vecinos se consideren turistas en su propia ciudad.
Ante esta situación, parece irrefrenable que grupos de personas montadas en segways plaguen nuestras principales avenidas, o que las aceras de las calles se encuentren plagadas de mesas y sillas de bares y restaurantes. Y más en Andalucía, al haber sido declarada Sevilla la primera ciudad del mundo que debería visitarse en 2018, según Lonely Planet. Sin embargo es imprescindible dotar de medidas que garanticen los recursos naturales como el agua en las islas, e incluso la sanidad por el exceso de población flotante, así como otros servicios públicos básicos, como la recogida de basuras, que se vuelve mayor en zonas turísticas.
Cinco posibles acciones o propuestas podrían ser:
- Crear puntos de interés para el turismo fuera del centro de las ciudades.
Implantar en toda Andalucía la tasa turística por visitante y día de estancia, alojados en cualquier tipo de establecimiento, reinvirtiéndose en mantener los espacios saturados por turistas, así como en transportes públicos. - Identificar todas las viviendas ilegales y cesar su actividad.
- Establecer “numerus clausus” de licencias para viviendas turísticas en el centro histórico de las ciudades, otorgando una licencia tras la baja de otra.
- Que las comunidades de vecinos establezcan en sus estatutos, si permiten o no, el destino de viviendas en su edificio para uso turístico.
En definitiva, nuestra economía es demasiado dependiente del turismo, por lo que necesita crear un modelo más sostenible, así como también abrirse a otros sectores como las energías renovables, la tecnología o los servicios financieros.